Seguidores

jueves, 12 de febrero de 2015

PoemA de la tarde: Entre aves de presa (Friedrich Nietzsche)


Nietzsche Olde 08.JPG
A quien aquí quiere bajar,
¡cuán rápido
le engulle la profundidad!
— Pero tú, Zaratustra,
¿amas el abismo todavía,
al igual que el abeto lo haces? —




Éste echa raíces donde
la roca misma estremeciéndose
mira a la profundidad —,
permanece vacilante ante abismos,
donde todo en derredor
quiere caer:
entre la impaciencia
de salvajes guijarros y despeñantes arroyos
aguanta paciente, duro, callado,
solitario...

¡Solitario!
¿Quién se arriesgaría además
a ser huésped aquí,
a ser huésped tuyo?...

Un ave de presa quizás:
que bien se colgaría,
de quien aguanta perenne,
alegremente hiriente de su pelo,
con maníaca carcajada,
carcajada de un ave de presa...

¿A qué tan perenne?
— se burla cruel:
se tiene que tener alas cuando se ama el abismo...
no se tiene que quedar colgando,
como tú, ¡colgado! —

Oh, Zaratustra,
¡cruelísimo Nimrod!
¡Hace poco todavía cazador de Dios,
red de captura de toda virtud,
flecha de maldad!
Ahora —
cazado por ti mismo,
tu propia presa,
perforado en ti mismo...

Ahora —
solitario contigo,
bisolitario en el propio saber,
entre cien espejos
falso ante ti mismo,
entre cien recuerdos
inseguro,
cansado con cada herida
enfriado con cada helada
estrangulado en la propia cuerda,
¡Conocedor de ti mismo!
¡Verdugo de ti mismo!

¿Por qué te ataste
con la cuerda de tu propia sabiduría?
¿Por qué te atrajiste
hacia el paraíso de la vieja serpiente?
¿Por qué te deslizaste
hacia ti — hacia ti?

Un enfermo ya,
que por veneno de serpiente enfermo está,
Un prisionero ya,
que tira de un pesadísimo destino:
en el propio pozo
trabajando agachado,
encovado en ti mismo,
escarbándote a ti mismo,
desválido,
rígido,
un cadáver —,
sobreapilado por cien cargas
sobrecargado por ti,
¡un sapiente!
¡un conocedor de sí mismo!
¡el sabio Zaratustra!

Buscabas la carga más pesada
y te encontraste —,
no te arrojas de ti...

Avizorando,
acuclillándote,
¡uno que ya no se para más rectamente!
Te me formarás en uno con tu fosa,
¡espíritu deforme!

Y hace poco todavía tan orgulloso,
¡encima de todas las zancas de tu orgullo!
Hace poco todavía el eremita sin Dios,
el bieremita con el demonio,
¡el príncipe escarlata de toda altanería!...

Ahora,
entre dos nadas
encorvado,
un signo de interrogación,
un cansado enigma —
un enigma para aves de presa...

— ellas ya te "solucionarán",
están hambrientas ya de tu "solución",
ya revolotean en torno a ti, su enigma,
¡en torno a ti, ahorcado!...
¡Oh, Zaratustra!...
¡Conocedor de ti mismo!...
¡Verdugo de ti mismo!...
                                                      
                                                      

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡Gracias por expresar tu opinión! Recuerda dar consejos constructivos
a todo herman@ poeta.