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lunes, 5 de diciembre de 2011

Medardo Ángel Silva y la profesión literaria

Hace apenas unas horas leía un agradable ensayo (La máscara irónica) del joven y malogrado poeta ecuatoriano Medardo Ángel Silva (1898-1919). En dicho ensayo expone (aunque prefiero llamarlo ''dice'') en uno de los episodios, en concreto ''La profesión literaria'', como, según las relaciones sociales, los poetas y/o escritores a secas están encuadrados en ciertos adjetivos despectivos. La verdad es triste, pero es la verdad. Veritas tristam est (mal declinado, claro está, o no..). Me explico:

En susodicho capítulo Silva dice cosas tan interesantes como que la ironía social, o más bien descrita, hipocresía crítica, se apodera de los más allegados al creador literato y estos se asemejan poco a la viperina lengua mecánica de las serpientes. Es decir, por mucho que la gente hable bien de como escribe uno (y yo de esto entiendo bastante, muy a mi pesar), a uno siempre se le clasifican en diferentes ramas como monas sin tener en cuenta lo que uno piense de sí mismo. Para las personas de a pie (aquellas que alzar el vuelo no pueden por falta de oníricas alas y cinto de bruma), en concreto los críticos, que muchos no saben nada de lo que critican, por eso hieren, son duchos en encarnizar los estilos de cualquiera. Para entenderlo, pues yo tan sólo soy un lector medio dormido a estas noches 'prealbadas', mejor que mejor asimilar los deliciosos términos y la grandiosa expresión del maestro.

Fragmento de: La profesión literaria:


Si escribes con la serena unción de Fray Luis, la gloriosa frescura del vino añejo del Marqués de Santillana o la pureza del hondo Jorge Manrique, te llamarán desenterrador de momias y encarnizante; si lo haces con la ingenua sencillez de los primitivos, sin oropeles, sin floreos retóricos ni mitologías de similor, serás un pobre bárbaro; si amas las modernas ondulaciones del Ritmo y pones tu alma melodiosa en áureos versos de melífero dulzor, que tengan el vago encanto de una tarde nórdica vestida de bruma, te dirán decadente y serás víctima de cuanto Hermosilla roe, zancajos de rimador.
(...)
Para gozar de los favores del público tienes que despersonalizarte, que ingresar al rebaño, que pensar en armonía con la comunidad: nadie te perdonará la irreverencia de permanecer de pie cuando todos rastrean, y el triunfo es, casi siempre, de los que tienen las más flexibles espinas dorsales: para obtenerlo debes inscribirte en las muchas cofradías del elogio mutuo, en que se reciben y dispensan títulos literarios.
Si vas hacia la muchedumbre a darle, como Cristo, el pan de tu carne y el vino de tu sangre, en tus versos, dirán que mendigas los aplausos de la ignara turba y que estás sediento de glorias de plaza pública; si te encierras en tu yo, como en la torre inaccesible del conde de Vigny, desdeñoso de las modas literarias y de la réclame en boga, te tacharán de ególatra y se hará el vacío a tu alrededor.
(...) 
Los «queridos compañeros», serán tus más fieles detractores. Eso no significa que se abstengan de elogiarte cuando tú puedas pagar el elogio en igual y más valiosa moneda...
(...)
Por lo demás, si te abstienes en tu propósito, ten la seguridad de que, soñador incurable, poseso de una santa locura, has de morir con los ojos deslumbrados por la luz de tus sueños imposibles, fijos en la cima ideal donde sonríe aquella divina proxeneta que se llama Gloria.


Da que pensar que un hombre tan joven, de apenas 21 estíos, llegue a conclusiones de este calibre sobre la vida. Y es que, para los hombres y mujeres que han pasado penurias y malos momentos en la vida, la crítica es un simple soplo de mudez. Hoy por hoy, Medardo Ángel Silva se ha convertido en una influencia para muchos, y lo que es más importante: He ganado una nueva influencia para mí.
Por último, y ya para cerrar la noche, un poema de Silva para besar la Incertidumbre, esa clara amiga de los amantes del futuro.

No alegra la sabiduría (Lamentación del melancólico)

      
No alegra la sabiduría,
porque la pena es conocer
y causa la melancolía
nuestra sola razón de ser.

El prurito de analizar
nos ha perdido,
y el huracán del anhelar
lanzó nuestra nave en el Mar
desconocido...

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