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jueves, 17 de noviembre de 2011

Oda al estío (u Oda a *****)

(En estos últimos días de lluvia, las melancólicas lecturas, y bien buenas, del GRANDE John Keats me han recobrado e inspirado un poco para enderezar los sentidos...)


''Las melodías que pueden escucharse son dulces, pero aquéllas que no pueden escucharse lo son más.''
                   ~John Keats (1795-1821)~


Gime mi corazón, y en sus adentros se acongoja una mirada fría
como un letárgico candor que besa y se excusa, o como
si alguien bebiera absenta sin color, con la cual los labios quedan adormecidos.
Prendarse de tu sonrisa es sinónimo de enigma, pero
sin lugar a dudas se me asentó cuando te veía el alma quieta.

¿Quién, de aquéllos que te vieron, no se dejó abrumar por la melodiosa
lindura de voz levantina, y tu casa erguida en los árboles curvados
en una insondable marañina con viento de rosas?
No envidio esos ojos, pues son igual a los míos y esa boquilla tan cerrada...
y fresca, besando lo más profundo de las cuevas.
No olvido el claro tintineo de tu voz y el tono espeso de tus plumas, cuando
reciben la más ingrávida de las alegrías por la mañana y, de vez en cuando,
al amanecer.

Quiero beber el vino azulado de las hojas del árbol en que te posas y recrudecer la carne
misteriosa de mis dientes y que se conviertan los mismos en violáceos dientes.
Oh, permíteme gozar del más ardiente sueño y permíteme soñar con el más profundo
y verdadero de los olvidos, hasta que mis ojos adquieran el vago atisbo del cansancio,
y se escabullen hacia el bullir de los licores.

¡Es tan bajo lo que toco y tan alto lo que espero, que siempre que muero
vivo por que te he visto en las tupidas canteras de una nube anacoreta!
Siento el inocente efluvio de tus manos de piedra y las siento tan suaves al tacto
que en la distancia parecen dulces de abeja.

Oh, si pudiera dormir bajo el amparo de la incertidumbre, yacer la cabeza
respaldada en una encina, oír las distantes huellas de nuestra música,
dejar morder tu intrépida boca mi espalda...

Besar de una vez por todas tus rosas negras es besar tus pechos de naranja,
tu cabello limonero y tus piernas por la avellana.
Como si nada me fuera todo y todo fuera nada.

Texto de Jordi Rodríguez Serras.


       La Tórtola, de Sophie Gengembre Anderson (1823-1903)



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